Todos compartimos una imagen un tanto estereotípica del emprendedor: un joven brillante y experto en nuevas tecnologías. Puede que nos sorprenda entonces saber que los profesionales de mediana edad con 20 años de experiencia profesional tienen más probabilidades de tener éxito con su start-up que las jóvenes promesas.
Los emprendedores senior tienen mucha experiencia y, por lo general, una red de contactos mucho más sólida. Ya en 2019, un informe de la Kauffman Foundation reflejaba que la edad media de un fundador de éxito es de 40 años. Por ejemplo, Sam Walton fundó Walmart a los 44 años, mientras que Tony Fadell fundó Nest Labs a sus 41.
Sin embargo, los emprendedores “senior” se enfrentan a un tipo de riesgos muy diferentes a los de los emprendedores más jóvenes: el coste psicológico del fracaso, por ejemplo, puede ser mayor para alguien que tenga que mantener una familia, que es algo común entre los emprendedores de mediana edad. Por otro lado, aquellos que cuentan con una carrera profesional de éxito pueden sentirse presionados por intentar mantener su reputación en su aventura en solitario.
La buena noticia es que hay maneras de reducir estos riesgos y asegurarnos el éxito de nuestra nueva empresa:
- Planificación: una start-up deberá enfrentarse a varios desafíos a lo largo de su vida. Planificar es la mejor manera de minimizar estos desafíos y anticiparnos a los problemas que puedan surgir.
- Comunicación: debemos procurar “vender” nuestro cambio profesional a nuestra familia, ya que esto supondrá un impacto importante en sus vidas. Agradecerán ser tenidos en cuenta y no ser tratados como “accionistas minoritarios”.
- Buscar un socio, o grupo de socios cualificados y fiables con quienes podamos compartir las tareas y la responsabilidad del día a día de la empresa. De hecho, solo el 12% de las start-ups de éxito son dirigidas por una sola persona que tome todas las decisiones ejecutivas. En cambio, un 72% están dirigidas por dos o tres socios (fuente: encuesta de HEC Paris a una muestra de 167 start-ups).
- Diversidad: Para crear una empresa que pueda competir en el entorno actual, necesitaremos un equipo diverso con perfiles que, por un lado, sean complementarios y compartan valores comunes dentro de la empresa, pero por otro, que sean capaces de traer sus propias ideas y puntos de vista.
- Claridad en la estructura, jerarquías y roles: en los primeros pasos de una start-up es imprescindible implementar cohesión, creando una estructura donde cada miembro del equipo sepa su rol específico y cómo está contribuyendo a la empresa.
- Mantener una actitud de aprendizaje permanente: A lo largo de nuestra carrera profesional deberemos actualizar nuestras habilidades, sobre todo en un escenario tan cambiante e imprevisible como el actual. Mantener una actitud de aprendizaje constante nos servirá no solo para mantenernos al día, sino también como catalizador para reflexionar sobre nosotros mismos y nuestra empresa. Las escuelas de negocios ofrecen una solución excelente más allá de la pura adquisición de competencias técnicas. Por ejemplo, en nuestros cursos de formación de directivos, animamos a los participantes a trabajar en grupo y a proporcionar feedback. Gracias a la diversidad de culturas y procedencias en nuestras clases, se crea un ambiente abierto y de diálogo que ayuda a mantener el tipo de actitud correcta para llevar una start-up al éxito.
Fuente: Prof. Etienne Krieger / forbes.com.mx