La inversión en I+D, base fundamental del conocimiento, la tecnología y el desarrollo, fructifica en la innovación de los países. Por eso, si quieren crear innovación, los países y sus gobiernos deben fomentar la inversión en I+D. De hecho, no es casualidad sino relación estadística que los países líderes en inversión en I+D son también aquellos qué más riqueza crean (European Innovation Scoreboard, 2021).
Las estadísticas de inversión en I+D de España muestra que la crisis financiera y el alto endeudamiento de los últimos 15 años se han traducido en un sensible recorte de dichas partidas (en relación con el PIB) por parte de la Administración pública. ¿La causa? En los países con un alto nivel de deuda el objetivo del Gobierno es combatir el déficit público y eso implica recortes presupuestarios. Por tanto, se da la paradoja de que, pese a la conveniencia y necesidad de la inversión en I+D, esta inversión escasea en el sector público.
Este panorama quizás se vea alterado con la llegada de los fondos europeos para la recuperación económica. Los presupuestos generales del Estado para 2022 hacen pensar en un cambio de tendencia en la inversión pública en I+D.
Competir para captar inversión en I+D
La innovación tiene unas características especiales (especificidad, dificultades para preservar las ventajas competitivas o importancia del capital humano) que hacen que la inversión en I+D sea distinta a otro tipo de inversiones y tenga unos determinantes financieros y estructurales característicos y diferenciadores.
Mientras que los determinantes financieros dependen de la estrategia empresarial e implican la movilización de recursos económicos, los determinantes estructurales (seguridad jurídica, rasgos culturales…) son una gran oportunidad de fomentar las inversiones sin incurrir en grandes gastos.
Además, permiten la competencia no solo entre empresas sino también entre países. Aquellos que gestionen mejor los determinantes estructurales atraerán una mayor inversión extranjera y privada.
Un entorno eficiente y eficaz para la I+D
En nuestro estudio hemos analizado durante quince años una muestra de 65 países durante épocas de bonanza y de crisis (Datos de UNESCO) y hemos observado la influencia que tienen en la innovación aspectos como la cultura, la eficiencia y la eficacia.
Nuestras hipótesis de trabajo se basan en los resultados de investigaciones previas (Seifert y Gonenc, 2012; Chari, Ouimet y Tesar, 2010) que han demostrado que algunos determinantes estructurales como la seguridad jurídica o el buen funcionamiento de las instituciones de un país son claves para la elección del país donde invertir.
Nosotros planteamos que existen determinantes estructurales de primer y segundo grado. La seguridad jurídica sería un determinante de primer grado. Los de segundo grado, que solo entran en escena cuando se cumplen los determinantes de primer grado, son el objeto de nuestro estudio.
Más allá de la seguridad jurídica
Analizamos cómo la cultura de un país fomenta la innovación y mejora la eficiencia y la eficacia en el desarrollo de la I+D. Consideramos que un país con una población que ha recibido una educación orientada a una visión de largo plazo, abierto socialmente y con propensión al mercado de capitales invertirá más en investigación y desarrollo.
Asimismo, estimamos que un país donde la eficacia y la eficiencia de la inversión en I+D es mayor atraerá más inversión extranjera en innovación. Los países pueden clasificarse en función de su compromiso con la innovación. En aquellos con menos inversión en I+D solo se atiende a los determinantes institucionales de primer orden (como la seguridad jurídica). En cambio, en aquellos con mayores inversiones en I+D (y por tanto mayor seguridad jurídica), esta deja de importar para dar prioridad a los determinantes estructurales de segundo orden. A este fenómeno lo hemos denominado efecto legal.
En conclusión:
- En los países con seguridad jurídica hay factores más allá de la legalidad o la economía que atraen la inversión, mientras que en los que carecen de ella solo el factor legal es el relevante.
- Los determinantes de segundo orden influyen positivamente en la inversión total ejecutada en I+D cuando la cultura del país es favorable a las características de la I+D.
- Una infraestructura favorable a la innovación influye positivamente en la atracción de inversores extranjeros.
- Un país con cultura de eficiencia también consigue una mayor inversión en innovación pero atrae tanto al inversor extranjero como al nacional que, partiendo de sus ventajas competitivas sobre el foráneo, aprovecha mejor las oportunidades. A esto lo hemos denominado efecto marginal.
- Cuando en un país no se da la inversión privada en I+D, esta es sustituida por la inversión de los organismos públicos. A eso lo hemos denominado efecto sustitutivo.
Cambiar el mundo
Invertir en innovación puede mejorar y cambiar el mundo. Esa posibilidad está en nuestras manos y no implica un mayor gasto público, pues se trata de medidas de bajo coste.
Tan baratas como proteger legalmente al inversor y su inversión, en vez de proteger solo a los más fuertes.
Tan baratas como fomentar la investigación, premiándola.
Tan baratas como educar a la población para desarrollar una mentalidad a largo plazo y abierta a nuevos horizontes, poniendo en la meta de cada joven la excelencia cultural y no social, creando incubadoras tecnológicas en vez de edificios de ladrillos… En definitiva, cambiando la política y cambiándonos a nosotros mismos.
No cuesta dinero. Pero quizá cueste más aún que eso.
Fuente: Prof. Félix López Iturriaga/Prof. Emilio López Millán/Univ. de Valladolid/theconversation.com